“Para mí, la noción de que existe
un
lenguaje del pensamiento y la noción de que
los procesos mentales son computacionales
responden exactamente a la misma idea;
las computaciones no son más que
operaciones sobre representaciones”
(Fodor, 1990)[1].
En este
sentido, se infiere que de esta capacidad connatural, logra enfatizarse sobre
lo que denominamos “mentalés”, lenguaje no considerado como común, ya que es un
lenguaje sin pragmática separado del pensamiento (Stoecker, 2001). Por ello,
Pinker (1994) se cuestiona: “¿O acaso nuestros pensamientos se formulan por
mediación de un vehículo silencioso del cerebro, una especie de lenguaje del
pensamiento o idioma «mentalés», para luego revestirlos de palabras cuando se
hace preciso comunicárselos a un interlocutor?” (p. 58). A mi modo de ver: sí.
Prácticamente, el “mentalés” es un mecanismo de computación de nuestra mente
que permite la codificación de ideas, y máxime, de conceptos.
Considerando
lo mencionado, Fodor (1975) hace un paralelo con los lenguajes públicos y el
lenguaje privado en relación con los computadores (u ordenadores como él lo enuncia).
“Los ordenadores suelen utilizar al menos dos lenguajes diferentes: un lenguaje
de input/output en el que se comunican con su entorno y un lenguaje de máquina
en que hablan consigo mismos (es decir, en el que realizan sus computaciones)”
(p. 83). Desde esta perspectiva, el lenguaje privado de las personas es aquel que
se puede equiparar al lenguaje de máquina; en otras palabras, conjunto de instrucciones
que únicamente entiende e interpreta el computador o sistema a través de la
codificación binaria (representado por los dígitos 0 y 1). Entretanto, los
lenguajes públicos de los seres humanos se contrastan con el referido lenguaje
input/output, o también distinguido como lenguaje de programación, definiéndolo
como la totalidad de principios fundamentales para la construcción correcta de
sintaxis y semántica. La primera, conformada por el conjunto de normas
establecidas para la escritura de las diferentes sentencias del lenguaje; la
segunda, permite la exégesis y significado de dichas sentencias.
Adicionalmente,
es demostrable lo mencionado en el párrafo anterior, en relación con lo que
calificamos como lenguaje de programación:
Una forma de
describir mi punto de vista es que los organismos (o, en cualquier caso, los
organismos que tengan algún tipo de comportamiento) tienen no sólo los
lenguajes naturales que puedan tener, sino también un lenguaje privado en que
realizan las computaciones que están en la base de su conducta. (Fodor, 1975, p.
86).
Es interesante
cómo se articulan las arquitecturas: biológica del cerebro y computacional, en
el alcance de sus configuraciones interactivas y dinámicas de carácter simbólico
y conexionista. En relación con estos dos últimos enfoques, la literatura
evidencia la discusión que debe plantearse desde un nivel cognitivo; en otras
palabras, en un grado en que cualquier organismo se represente exteriormente
(Roy et. al., 2000, p. 173).
En la
actualidad, según Broncano (2007), la Inteligencia Artificial reconoce ambos
modelos: el simbólico, en el que se procura emular las facultades cognitivas de
las personas a través del procesamiento de reglas sintácticas de la estructura
del lenguaje, cuyas capacidades se fundamentan en un sistema representacional;
el conexionista, que localiza en la configuración sináptica del cerebro, una
función de contacto indispensable para imitar la inteligencia humana por medio
de la producción de redes entre unidades sencillas.
Lo descrito anteriormente,
redunda en la viable comparación del lenguaje privado con los modelos
computacionales, los cuales presuponen sistemas representacionales internos que
gestionan una realidad simbólica, (pero a la vez conexionista, en mi (humilde)
opinión), evidenciado por instintos humanos, animales o maquinales, y
determinados por convenciones no públicas (Fodor, 1975).
Sobre la base
de los sistemas representacionales, precisaré qué es un sistema, centrándome
desde el punto de vista computacional. Personalmente, lo defino como el
conjunto de operaciones en el que se agrupan diversos componentes: se procesan
datos de entrada, hay un almacenamiento de éstos y se permite la salida de
información confiable requerida para satisfacer necesidades específicas, entre
ellas, la solución de problemas y toma de decisiones acertadas.
En la
siguiente ilustración, presento los componentes de un sistema computacional:
Figura 1. Componentes básicos de un
sistema computacional
- Elaboración propia -
Si estamos dispuestos
a atribuir actitudes proposicionales a un sistema, podemos dar sentido a la
afirmación de que ese sistema utiliza un lenguaje, y podemos hacerlo
independientemente de si el sistema es o no una persona y de si el uso del
lenguaje está mediado o no por las convenciones, y de si el lenguaje utilizado
funciona o no como medio de comunicación. Lo que hace falta (y parece que todo
lo que hace falta) es que se dé la clase adecuada de correspondencia entre las
actitudes del sistema con las proposiciones y las relaciones del mismo con las
fórmulas del lenguaje. (Fodor, 1975, p. 94).
Pese a que este
documento corresponde a 1975, podemos considerar en cierta forma a Fodor como
un visionario, quien ofrece a la computación del siglo XXI la posibilidad de
presentar una exposición clara de la importancia de las relaciones
representativas en asuntos de reglas del sistema. Es así, como en nuestro
contexto contemporáneo, existen lenguajes de descripción de ontologías para
representar objetos disponibles en Internet, principalmente en la web, para
lograr que se relacione y utilice de manera precisa y lógica: “… el uso de un
lenguaje para la computación no exige que uno sea capaz de determinar que sus
términos se emplean coherentemente; sólo hace falta que su utilización sea de
hecho coherente” (Fodor, 1975, p. 88).
De todo lo recogido
hasta el momento, podemos decir, que, prácticamente el conocimiento implícito
viene con nosotros previamente configurado, y que la adquisición del lenguaje y
su uso posibilitan formas de acción e interacción. El lenguaje se materializa
en formas concretas de conductas lingüísticas, particularmente, el lenguaje
natural, ya que “(…) aprender[lo] (…) es aprender las reglas que determinan las
extensiones de sus predicados y seguiré tomando en serio las consecuencias que
se puedan seguir de este punto de vista. (…) en un lenguaje natural no es
posible expresar nada que no se pueda expresar en el lenguaje del pensamiento”
(Fodor, 1975, p. 99, 100).
Ahora bien, nos surgen
algunas dudas: a) ¿por qué un lenguaje natural no es un lenguaje privado?; b)
¿cuál(es) de estos lenguajes se desarrolla(n) y cuál(es) se adquiere(n)?; c)
según las explicaciones de Fodor, ¿él se pregunta por el desarrollo del
lenguaje privado?; d) ¿qué es innato en él?
Por otro lado, y aunque
el autor no hace alusión al lenguaje utilizado y dirigido hacia los bebés: el
“maternés”, me surge una inquietud un poco descabellada: ¿no será que asimismo
existe un “maternés” pero orientado hacia los sistemas computables, que pudiera
ser llamado “computés” (y, posiblemente en inglés, computese), en el que el experto pudiera modificar el lenguaje de
programación para que el común denominador de los seres humanos sin este tipo
de conocimiento entendiera la configuración computacional? La respuesta: posiblemente
existe. No con este apelativo, pero dicha configuración implicaría un nexo
comunicativo e interactivo entre humano-máquina y/o máquina-humano. Esto lo
menciono, debido a que si estamos ofreciendo analogías arquitecturales entre el
cerebro y la computación, es posible llegar a pensar que se pudiese permitir el
“diálogo” entre éstos como forma de expresión y de interacción en el que juega
un papel fundamental el intercambio conversacional. En esta segunda década del
siglo XXI, vemos los adelantos tecnológicos que evidencian esta posible
hipótesis, en el que se han diseñado software para enseñar a androides a tomar
ciertas decisiones, imitando propiedades de la conducta humana. Entonces,
¿cuáles son las condiciones del lenguaje privado para que las máquinas o los
androides pudieran llegar a tener actos de pensamiento? ¿Qué más estaría allí
para programar dichos actos? ¿Es esto posible?
Cambiando un poco de
tema, y según mi parecer, ya no estaríamos departiendo sobre los estímulos
verbales (aunque en la actualidad se está presentando nuevos avances de la Inteligencia
Artificial y las redes neuronales), sino de una especie de comunicación
infraverbal táctil caracterizada por las acciones. Éste, en el sentido de tomar
lo infraverbal como aquella comunicación directa entre inconsciente humano e
inconsciente telemático (según mi (humilde) apreciación). “En concreto, existen
homogeneidades entre las capacidades mentales de los organismos infraverbales y
las de los seres humanos que hablan un idioma que, como es bien sabido, son
inexplicables a no ser que se acepte que la psicología infraverbal es
pertinentemente homogénea en relación con nuestra psicología” (Fodor, 1975, p.
75).
Con todo, el autor es
insistente en defender su hipótesis en que el lenguaje del pensamiento no puede
ser un lenguaje natural, ya que de éste último se parte de que “los hablantes
producen formas ondulatorias que tienen como objetivo acomodarse a ciertas
descripciones” (Fodor, 1975, p. 119). Asimismo, afirma que las teorías sobre
los mensajes se ven constreñidas a proporcionar inputs/outputs para los modelos
de hablante/oyente: “(…) las estructuras que identificamos con los mensajes
deberán ofrecer ámbitos adecuados para cualquier operación cognitiva que se
aplique a la información que comunique verbalizaciones. Una de estas
operaciones es la codificación/decodificación de formas ondulatorias” (Fodor,
1975, pp. 126-127).
Esta teoría es similar
a dos propuestas de 1948: la primera, Harold Lasswell en su documento “The
communication of ideas”, hace referencia a reglas fundamentales articuladas a
cinco preguntas que emergen en el proceso comunicativo: a) ¿Quién?, b) ¿Qué
dice?, c) ¿En qué canal?, d) ¿Dirigido a quién?, e) ¿Con qué efecto? La segunda
propuesta, fue construida por dos científicos estadounidenses: Claude Shannon y
Warren Weaver, conocida como la teoría matemática de la comunicación (o de la
información). Allí, estos teóricos basados en los conceptos de Lasswell, plantearon
un modelo para pensar la comunicación a través de un sistema representacional
como constructo matemático formal; es decir, que en la jerga fodoriana “la
comprensión de una determinada emisión de una oración es cuestión de computar
una fórmula que represente sus condiciones de verdad” (Fodor, 1975, p. 129).
He notado que a lo
largo del capítulo 3, Fodor no hace mención de estos autores clave en el modelo
de comunicación y medición de la transmisión de mensajes en un sistema de
comunicación dado. Sin embargo, podemos relacionarlo con lo siguiente:
(…) es la
recuperación de los mensajes lo que constituye la comprensión de una oración
pues, por suposición, lo que comunican las emisiones de oraciones son mensajes.
Así, en la medida en que consideramos seriamente que las definiciones de verdad
son teorías del significado, sabemos dos cosas sobre los mensajes: deben
suministrar inputs/outputs adecuados para los modelos del hablante/oyente, y
deben suministrar los dominios adecuados para las reglas de inferencia. (Fodor,
1975, p. 129).
De acuerdo con el
anterior contexto, podemos articular lo que Fodor denomina como la idea de una
teoría del significado con la teoría de la información de Shannon y Weaver y el
modelo comunicativo de Lasswell, reflejado en la siguiente figura:
Figura 2. Adaptación Teoría del
significado según Fodor, Teoría de la Información de Shannon y Weaver
y Modelo del Proceso Comunicativo de
Lasswell.
- Elaboración propia -
A partir de esta
representación, podemos afirmar que el lenguaje es un sistema de comunicación
que se desarrolla con teoría de la mente, y en el que opera el acto de enviar y
recibir mensajes entre un organismo a otro dentro de un contexto determinado,
con el propósito de generar efectos que permitan retroalimentación. El lenguaje
verbal y el lenguaje no verbal son fundamentales para los procesos
comunicativos e intervienen en el pensamiento del ser humano.
Es por ello
que en el interrogante: ¿existe un lenguaje para pensar distinto de aquel que
usamos para hablar?, es totalmente verídico. Para concluir, podemos indicar que
el pensamiento es un proceso psicológico complejo que posee mecanismos del
lenguaje. Tanto el lenguaje como el pensamiento están alineados de forma
paralela, ya que se encuentran en estados de interacción mutua en el que la
adquisición de etiquetas léxicas permite la configuración de conceptos. En
palabras de Fodor (1975, p. 101, 103):
(…) aprender
una palabra puede ser aprender lo que se dice de ella en una definición de
diccionario únicamente cuando se trata de alguien que entiende la definición.
(…) No es ninguna novedad que los ítems individuales del vocabulario de un
lenguaje natural pueden codificar conceptos de enorme sofisticación y
complejidad. Si los términos del lenguaje natural pueden llegar a incorporarse
en el sistema computacional por algo parecido a un proceso de definición y
abreviación, es perfectamente lógico pensar que el aprendizaje de un lenguaje
natural puede incrementar la complejidad de los pensamientos que podemos tener.
Y como traduciría
Fodor la palabra semítica “amén”, ante todo lo que he enunciado: Así sea.
REFERENCIAS
- Broncano, F. (2007). La mente humana. Madrid: Trotta.
- Estrella Sweeney, F. (2007). Una interpretación teórica de los modelos de comunicación y su aplicación en el diseño gráfico. Episteme, 3(10). Recuperado el 11 de noviembre de 2011, en: http://www.uvmnet.edu/investigacion/episteme/numero10-07/enfoque/a_comunicacionydg.asp
- Fodor, J. A. (1975). El lenguaje del pensamiento. Madrid: Alianza.
- Lasswell, H. (1948). The structure and function of communication in society. En Lyman Bryson (Ed.), The Communication of Ideas (pp. 37-51). New York: Institute for Religious and Social Studies.
- Pinker, S. (1994). El instinto del lenguaje: cómo crea el lenguaje la mente. Madrid: Alianza.
- Roy, J. M. et al. (2000). Mentes reales: la ciencia cognitiva y la naturalización de la mente. Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Universidad Nacional de Colombia.
- Shannon, C. E. (1948). A mathematical theory of communication. The Bell System Technical Journal, 27, 379–423, 623–656.
- Stoecker, R. (2001). How individual are intentional states really? Language & Communication, 21(2), 167-175.
[1]
García-Albea, J. E. (1990). Funcionalismo y ciencia cognitiva, lenguaje y
pensamiento, modularidad y conexionismo. Entrevista con Jerry A. Fodor. Estudios de Psicología, 45, 5-31.
2 comentarios:
Muy interesante su blog. Un verdadero aporte.
Ana María Andrada.
Directora de Educación a Distancia.
IPCAC EaD. BUENOS AIRES, ARGENTINA
Muy interesante lo consulte para realizar un ensayo sobre el tema y fue muy educativo.
Saludos
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